Los Grandes Espacios
Miguel
Antonio Guevara
“El hombre actual está perdiendo
hasta el recuerdo de las estrellas; ya no saba nada de fauna, de flores, ni de
meteoros”.
Marc
de Civrieux
Ayer y hoy he vivido la biblioteca
de Babel. Sí, esa misma que proyectó Borges en El Jardín de los senderos que se bifurcan, por allá en el año 1941.
Ese universo bibliográfico lo encontré en La Mucuy baja, cruzando las puertas
de la Quinta Wanadi, entre las hermosas montañas cercanas a la ciudad de
Mérida. Marc de Civrieux, incansable investigador, viajero infatigable de la
lengua secreta del Watunna, maestro eterno del mito, nacido en Francia y quien
llega a nuestro país en 1939 para quedarse; nos ha legado Los Grandes Espacios, biblioteca compuesta por “más de 9.500 volúmenes sobre la historia material y
espiritual de la humanidad, etnología, mitología, religión, ciencias naturales,
astronomía, incluyendo, claro, a Venezuela y América. Esta colección fue
pacientemente recopilada y clasificada bajo el propósito de impulsar la
investigación a partir de una visión humanística, coherente y profunda del mito
y la historia”, palabras armadas por su compañera Gisela Barrios en un texto
incluído en el homenaje que lleva por nombre El hombre que vino del Orinoco (CONAC, 2000). Parece un sueño el hecho de encuentrarme
escribiendo el artículo que lees en estos espacios, rodeado de miles de tomos
convertidos en acervo cultural de la humanidad, años de esfuerzos de parte del
maestro Civrieux, su compañera e investigadores, poetas, y amigos. Una vez leí
del poeta Luis Alberto Crespo que una biblioteca era el sostén de una casa, a
buen ejercicio de la imaginación ver como se sostiene ésta.
Aún tras el vórtice postmoderno y
las alzadas voces del apocalipsis de la cultura del libro y la agitada sociedad
de consumo, seguimos encontrando en estos espacios la luz que es capaz de
seguir transformando a la humanidad; la luz del conocimiento, que sumado a la
libertad de ejercerlo, nos ofrece el más amplio espectro de oportunidades para
seguir transformando nuestra sociedad, contagiando del brío humanista nuestras
voluntades, fijándonos en el imaginario de la palabra, pesada, medida, vivida y
documentada para la oportunidad de los otros, de la comunidad, del colectivo,
en ese reconocimiento constante de los ejercicios especulativos y de la
imaginación, a través de la ciencia y el arte; formas que bien están configuradas
en el mito, pulso y botón evocador, dimensionador de los grandes haceres del
maestro Marc de Civrieux.
Gisela Barrios de Civrieux me
comentó que gracias al centro de la diversidad cultural, de la mano de Benito
Irady, se encuentra el portal web http://www.losgrandesespacios.com.ve/
disponible para todos, para aquellos que
no se encuentran en La Mucuy Baja puedan disfrutar de su gran obra y legado,
del viajero infatigable de la lengua secreta del Watunna, Marc de Civrieux, El hombre que vino del Orinoco.