Anotaciones de la Expedición al Cunucunuma
Los Kunuhana
Siempre fue un tema
de interés para mí abordar aspectos de la mentalidad religiosa de las tribus de
Venezuela relacionadas con grupos lingüísticos de filiación caribe y por diversas circunstancias tuve
relación estrecha con los kunuhana
del río Cunucunuma y los kari’ña o caribe del Estado Anzoátegui –de la
pequeña aldea El Guasey, cerca de Santa Clara de Aribi, indígenas
autodenominados karí’nako (plural de kari’ña) que representan el último testigo
venezolano de los caribe sensu stricto, o en el sentido original de la palabra,
y por esa coyuntura escogí para el estudio los dos grupos mencionados. Para
recoger testimonios en torno a las ideas religiosas de las dos etnias de
filiación caribe escogidas, me tracé un plan de trabajo que he llevado a cabo con
paciencia en el transcurso de muchos años. En relación a los kariña de la mesa
de Guanipa, en 1974 fue publicado “Religión y Magia Kariña” (1974) y “Ritos
Funerarios Kariña” (1992).
El contacto con los
kunuhana comenzó en 1950 a raíz de la expedición
a la región Sierra Marahuaka, Kushamakari y Alto Cunucunuma dirigida
por el Dr. Ventura Barnés, ornitólogo y patrocinada por las Naciones Unidas y la Universidad de Puerto
Rico, en la cual fui gentilmente invitado a participar en calidad de geólogo
del Instituto Nacional de Minas y Geología y en la que participó mi gran amigo
y compañero en otras expediciones, el entomólogo René Lichy. En esta fecha, la región era todavía inexplorada y por tanto bastante desconocida para la Geografía de Venezuela, de ahí que una de nuestras primeras tareas fue
elaborar un croquis para hacer nuestro reconocimiento. En ese momento conocí a Dawasehuma, joven kunuhana que era nuestro guía y con su profundo
conocimiento de la región del Cunucunuma, del Marahuaka–Duida, del Alto Orinoco y de toda la extensión geográfica
de los so’to, nos dedicamos a preparar un primer mapa del área de exploración
en largas y arduas sesiones de trabajo
en las que copiábamos rigurosamente en el papel lo que Dawasehuma nos trazaba en el suelo respetando las distancias
relativas indicadas. Los datos de Dawasehuma
eran de primer orden, de modo que el paso siguiente consistió en superponer
al croquis indígena, el Mapa de Alfredo Jahn basado en la exploración de Félix
Cardona (1930) y el resultado fue una fuente muy apropiada para trazar el mapa en
el Límite Norte, incluyendo los Valles de Antaware,
Emékuni y Labarehur. Para trazar los límites hacia el Sureste utilizamos el
Mapa del Cerro Duida de Tate & Hitchcock (1841), y finalmente, para
culminar el mapa, recurrimos, en algunas partes, al “Diario de Viaje” de Robert
Schomburgk (1838-39). El resultado final fue el “Mapa de Dawasehuma” en honor a
su original artífice de la ruta de nuestra
ansiada exploración. En 1951 tuvo
lugar la Expedición Franco- Venezolana a las fuentes del
Orinoco para delimitar la frontera con Brasil en 1951, en la cual participó el
autor de estos apuntes en calidad de geólogo; de dicha importante expedición se
derivaron muchos mapas y toda la región del Cunucunuma fue ampliamente
conocida. En 1959, nueve años después de la Expedición al Cunucunuma
- Marahuaka fue publicado “Datos
Antropológicos de los Indios Kunu–Hana”; con abundante información sobre mitología, geografía, ecología y
cultura kunuhana. Posteriormente salió “Watunna, Mitología Maquiritare” (1970) y “Watunna,
Un Ciclo de Creación en el Orinoco (1992), compendio mitológico que integra a
los kunuhana con yekuana e ihuruhana de la gran tribu so’to. El presente
trabajo viene a complementar el de “Datos Antropológicos de los Indios Kunu-hana”
en la esfera de las ideas religiosas de
este subgrupo “so’to” del Alto Cunucunuma; no es nuestra intención ofrecer una
descripción pormenorizada de la religión y magia, sino algunos de sus rasgos sobresalientes.
Yekuana, kunuhana o dekuana
son nombres de subgrupos de la gran tribu de autogentilicio so’to. Estos grupos locales o subgrupos
hablan, con ligeras diferencias fonéticas o dialectales, la lengua so’to, la misma que hablaban y enseñaron
esos héroes primordiales del Watunna.
El autogentilicio tiene para la tribu un significado esencialmente lingüístico,
so’to son los hablantes de la verdadera lengua, la lengua so’to; so’to significa gente, persona humana,
número veinte y es restringido a los hombres unidos estrechamente por una
lengua y por un origen mítico. So’to miembro
de la tribu, el verdadero hombre, se reconoce por su modo de hablar, no por el
aspecto de su cuerpo físico. Cada especie de seres (animales, espíritus, etc.)
tiene la facultad de alterar sus formas, pero se identifica por su lenguaje
propio. El “Watunna” aporta innumerables
ejemplos de seres humanos que para engañar a los hombres cambian mágicamente
sus formas y adoptan la del hombre so’to.
Muchos seres enemigos adoptan, a veces, un aspecto ficticio, pero su lenguaje
bárbaro descubre su naturaleza secreta. Esas tribus, aparentemente humanas,
pero que hablan lenguas ininteligibles para el so’to pertenecen en realidad, a categorías prácticamente no humanas
y enemigas del hombre verdadero, de modo que pueden ser cogidas como animales. La
influencia del factor lingüístico es notable en la instintiva desconfianza del so’to hacia toda tribu extranjera en el
sistema de sus alianzas y de sus encuentros bélicos, en cambio la afinidad
lingüística es un factor de influencia poderosa en sus excelentes relaciones
tradicionales con los diversos grupos caribanos orientales: arekuna, taulipang y makushi que moran en las sabanas del
cerro Roraima, la cuenca del río Uraricoera y zonas adyacentes, grupos locales miembros
de una gran tribu de autogentilicio pemong,
cuya lengua es muy afín a la de los
so’to. Sus respectivas lenguas permiten la comunicación cultural entre
ambos grupos, el canje comercial y las alianzas. Según las tradiciones orales
de ambos grupos, los pemong son
considerados casi so’to por éstos y
recíprocamente.
En 1912, el etnólogo y explorador alemán, Theodor Koch–Grumberg (1979),
visitó a los grupos indígenas llamados makiritare
que vivían en las cabeceras del río Caura (Merevari) y Ventuari y los llamó mayonkong basándose en el nombre que le
daban sus vecinos orientales, los arekuna
y taulipang. Hay que tener presente que
Koch-Grumberg había llegado a esas tierras indígenas desde las sabanas del Roraima
y las cabeceras del río Uraricoera por lo que es evidente que obtuvo, de los
habitantes de esos lugares, las primeras noticias de los mayonkong, nombre que también los brasileños del río Uraricoera usan
para referirse a los makiritare.
Respecto a la dimensión tribal de los so’to, Koch Grumberg anotó la subdivisión de la tribu mayonkong en cuatro subgrupos locales:
autodenominados ihuruhana o gente de
las cabeceras, distribuidos en las fuentes del Caura, Ventuari y Padamo; dekuhana (oriundos del Cerro Dekúhana, cuna primordial de la tribu); yekúhana, variante fonética del nombre
anterior, y kunuhana o habitantes del
río Kúnu o Cunucunuma.
Estudios de las comunidades del Ventuari–Orinoco condujeron a Johannes
Wilbert a distinguir tres subtribus sobre la base lingüística y cultural: la mayoncon del Paragua y Caura, los yekuana del Erebato–Ventuari y los cunuhana del Cunucunuma: “Hablan la
misma lengua con variaciones dialécticas y la cultura en general, es la misma
entre todos ellos”. Según Wilbert: “Las tres grandes subtribus de los
Makiritares usan también nombres específicos que designan su subgrupo, que está
constituido por un número de grupos locales que a su vez tienen otros nombres
específicos” (1963: 160). Wilbert no hizo referencia a los ihuruhana y asimiló los
dekuhana a la subtribu yekuana, quizás
por la desaparición casi total del grupo
Dekuhana por obra del kanaima
Los datos compilados no nos permiten aceptar sin reservas los intentos
de división en subtribus de los so’to,
sí estamos de acuerdo en la división en subgrupos definidos como el yekuana del Ventuari y del Caura, el ihuruhana de las cabeceras del Ventuari
y el kunuhana del Cunucunuma y del
Padamo. A través de nuestras investigaciones y con base en el relato
mitológico, parece evidente que la parcialidad ihuruhana, fue originalmente una sola tribu. Al aumentar la
población, se separó en bandas autónomas, bajo jefes y organizaciones comunales
distintas y adquirieron ligeras particularidades dialectales de origen
fonético. El cerro Dekúhana considerado
en los mitos de origen, la cuna de todos los so’to, está situado en
Ihuruña, región de las cabeceras de los tres grandes ríos mencionados.
Los grupos dekúhana, yekúhana y
kunuhana emigraron del mismo sitio
mítico de origen común, mientras los ihuruhana
probablemente se quedaron habitando, y quizás todavía, las cabeceras. Como
hemos referido, los subgrupos están estrechamente vinculados entre sí por una
la lengua: la so’to y por una misma
tradición oral: el Watunna, cimiento
sagrado de su unidad política y comercial.
El nombre kúnu–hana o cunuana lo oímos nosotros de boca de los
indígenas del río Cunucunuma o Kúnu y
significa estrictamente “habitantes del Kúnu”, el cual se hizo extensivo a los
indígenas del río Padamo. El río Cunucunuma nace en el flanco meridional del
importante cerro Faranta–hidi y
constituye la línea divisoria entre la cuenca de dicho río y la del Antaware o
Alto Ventuari. El caño Faranta nace en el flanco Este del mismo cerro Faranta–hidi y es una de las cabeceras
del río Yattíti o Dattiti, afluente
izquierdo del Antaware. El río Cunucunuma es escenario de grandes eventos
mitológicos como la lucha de Wanadi y máwariko en el raudal Mawadi Ane Hidi. El
río Padamo nace en la cumbre Kudewa–hidi,
recibe las aguas de los ríos Kuntinama y Metakuni y desemboca, como el
Cunucunuma, en el Alto Orinoco. La gran tribu so’to desde antes de la conquista
española, se extendía por la banda derecha o septentrional del Alto Orinoco,
una región de montañas y selvas vírgenes atravesada por cinco grandes afluentes
del Orinoco: Cunucunuma, Iguapo, Padamo, Alto Ventuari y Alto Caura, amplia
región actualmente bien explorada.
A lo largo del río Cunucunuma tuvimos contacto con los siguientes subgrupos
kunuhana: Kasuru–ña, Twadiña, Yacarecenne–ña, Fadadu–ña, Kutto–ña, Manchácina,
Mawariña y Wiráci–ña. Wilbert
(1963: 160) posteriormente a nuestra estadía hace mención de los mismos subgrupos
locales del Cunucunuma: Casuruña,
Tawadiña, Yacarecenneña, Fadaduña, Cuttoña, Mancháciña, Mawaáriña y
Wiráciña y agrega los subgrupos del Alto Padamo: Shanaña, Cawaiña, Secariumaña,
Momiña, Deváraña, Iraráñoña y Amacaiumaña
Los kunuhana del río Kunu viven en pequeñas rancherías esparcidas a lo
largo del río, desde las inmediaciones de la boca del caño Sina hasta la región
de las cabeceras del río en las montañas Faranta–hidi y sabana de Mawadi Ane
Hidi, al pie de las laderas septentrionales del macizo Duida, y las del Caño
Wiraki, afluente izquierdo del Cunucunuma, entre las cabeceras de éste y el Cerro
Marahuaka–Huha. El espacio que ocupan los kunuhana es sagrado y en la toponimia
de sus ríos, montañas, sabanas y raudales se perpetúa la tradición del Watunna,
el recitatorio mítico de todos los so’to.
Del Libro Póstumo e Inédito de Marc de Civrieux
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